Guerra contra los enfermos

La primera vez que vi el afiche fue hace seis años en el edificio que había sido el cuartel de la Gestapo y las SS en Berlín. Espacio que, en 2010, se convirtió en un museo que recorre la maquinaria del terror nazi. La propaganda informa a los ciudadanos sobre el costo económico de mantener con vida a los enfermos. Más allá del reconocido y sistemático secuestro, esclavitud y asesinato de personas por su raza o religión, la exposición donde se exhibe el afiche deja en evidencia el aparato propagandístico que utilizó Alemania para justificar su campaña de higiene racial. Comenzó por sancionar, en 1933, la Ley de Esterilización que permitía que un consejo centralizado del Estado decidiera quién merecía ser purificado. Estados Unidos, Inglaterra, Japón y Noruega, entre otros, aplicaban políticas similares. Sin embargo en el Reich funcionó entre 1939 y 1941 el programa T4, que habilitaba la eutanasia involuntaria. Fue ordenado por Hitler y coordinado por un médico de su círculo íntimo, Karl Brandt, junto al teniente general Philip Bouhler. Entre sus objetivos se encontraba el manejo más eficiente de los fondos de la nación. Nacer ciego o sordo podía ser motivo de aniquilamiento estatal. Era muy caro mantenerlos vivos. Se exterminó oficialmente a más de setenta mil personas. El plan continuó profundizándose con el programa 14f13, que aplicaba la muerte misericordiosa —como la llamaban entonces— a detenidos en campos de concentración. Estuvo vigente entre 1941 y 1944. Himmler y Bouhler fueron los encargados de trasladar la tecnología del T4 a los campos para aplicarlos con aquellos que, por motivos de enfermedad, debían ser descartados. La higiene fue del principio al fin del gobierno de Hitler. Algunas fuentes hablan de hasta 260 mil muertos en la llamada guerra contra los enfermos, considerando además que extraoficialmente el T4 funcionó hasta que los Aliados derrotaran a Alemania. En ocasiones el horror puede ser presentado con cara amable. Los números y la razón quizás no alcancen para comportarnos fraternalmente con quien tenemos al lado.

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