Hoy gobierna el otoño. El poder fue tomado como siempre, sin ceremonias, sin nadie que lo entregue. Así las hojas se marchitaron en Colegiales y en todas partes. Hace días resisten al frío y al crudo viento. Se aferran a las ramas con todas sus fuerzas. Se parecen a las gotas suicidas que contó Cortázar. Pero no son. Son hojas de color verde teñidas de rojo antes de alfombrar las veredas de la ciudad con su muerte marrón claro. Hay magos ocultos que en horas insospechadas las juntan y las colocan en hileras gruesas y robustas sobre las que saltan los niños. Escuchan ellos —y escuchamos nosotros— los crujidos de la hojarasca. Los vivos saltan sobre sus muertes. Los divierte su sonido y su textura. Aquí la jarana se posterga. Los árboles no sueltan. Se aferran a lo obtenido sin claudicar. Saben que es una cruzada perdida. Aún así demoran el paso de lo inevitable.