—¿Por acá se entra a la parroquia? —preguntó la mujer robusta, de unos treinta años—. Vestía un traje camuflado y llevaba el pelo rapado hasta una breve y prolija cresta que coronaba su cabeza. Sus borceguíes pisaban rápido y fuerte.
—Atrás del panel de madera encontrás la puerta —respondió una fotógrafa que estaba en el lugar. Una decena de cronistas se habían reunido aguardando el inicio de la misa. La chica observó a la mujer rapada que regresaba.
—Voy a tener que ir a cambiarme —dijo al pasar—. Hay cámaras.
La mujer iba a ser la última persona en acercarse y no volvería más tarde. La agencia DyN difundió ayer la convocatoria a una misa en memoria de Jorge Rafael Videla, a tres años de su muerte. Sería a las diecisiete en la parroquia San Benito Abad del barrio de Palermo, frente al hospital militar. Los artículos hacían referencia a una convocatoria por redes sociales. Algunos grupos que reivindican la última dictadura cívico-militar difundieron un texto breve del periodista Horacio Palma. En su blog, Palma transmitía una supuesta invitación de la familia del dictador para las diecinueve y treinta, dos horas y media después de lo difundido por los medios masivos, aunque en el mismo lugar. La iglesia estuvo vacía a las cinco y horas más tarde ofició su servicio habitual.
Un hombre de sobretodo negro fue el primero en buscar entrada —las obras de remodelación de la parroquia dificultaban el acceso—. Caminaba lento, sin despeinar sus canas engominadas, protegiéndose del frío bajo el saco. El hombre entornó con suavidad la puerta de vidrio y comprobó que no había nadie. Ningún asistente, ningún sacerdote. Tampoco un homenaje. Caminó de un lado a otro, siempre con parsimonia. Sacó un celular de su bolsillo y habló parado junto a la entrada. Dos personas se acercaron, también vestían el color del luto. Conversaron entre ellos mirando la iglesia vacía mientras esperaban información del hombre del teléfono.
—Se pasó para las siete y media —dijo, guardando el móvil—.
Los demás se acercaron a conversar con él. Luego de unos minutos serían cinco. Todos abandonaron el lugar antes de la llegada de la gendarme.
El presbítero José María Ruiz Díaz, párroco de San Benito, informó más tarde que la información era falsa. Lo hizo ante periodistas que estaban en el lugar y luego a través de la página de Facebook de la iglesia. La frustrada convocatoria generó el repudio de organismos de derechos humanos como HIJOS y Abuelas de Plaza de Mayo. Los primeros cuestionaron tanto a los supuestos organizadores como a la iglesia por recibirlos. La agrupación conducida por Estela de Carlotto calificó al genocida, una vez más, como el mayor criminal de lesa humanidad de la historia argentina. Tres años después del último respiro de Videla sobre un inodoro en la cárcel de Marcos Paz, no hubo misa ni hubo homenaje. Solo un lugar vacío y la soledad frustrada de una gendarme y de un sobretodo negro.