Escribió Arlt en una de sus autobiografías: «Creo que a nosotros nos ha tocado la horrible misión de asistir al crepúsculo de la piedad, y que no nos queda otro remedio que escribir deshechos de pena, para no salir a la calle a tirar bombas o a instalar prostíbulos». Concluye creyendo que «la gente nos agradecería más esto último». Intentaré aquí que nada me agradezcan. Que explote aquello que deba ser dicho y que el silencio se prostituya.